Las pautas son los medios de que dispone la
familia para, a través de la práctica educativa
(estilos), lograr los fines de la educación
familiar.
La familia como núcleo primario donde el niño
llega al mundo, donde va a establecer sus vínculos
afectivos y va a despertar a cuanto le
rodea, es el grupo social que va a tener más
trascendencia para su desarrollo y equilibrio
durante toda la vida.
Por estos motivos la familia, además de garantizar
los cuidados necesarios para la salud física,
debe ofrecer unas pautas educativas que
permitan adquirir una madurez psicológica,
emocional y personal evitando impulsividades,
egocentrismos (interés en sí mismo), facilitando
la reflexión y valoración de las situaciones
en las que se debe vivir, haciendo posible la
comprensión del mundo, de los demás y de las
normas sociales, así como del papel personal
que se debe desempeñar.
Para que las pautas educativas sean válidas,
deben:
• Ser la práctica de unos criterios educativos
que los justifiquen.
• Ser fundamentales. No deben someterse a
modas ni estar caducas, ya que para
garantizar la madurez del niño, deben ser
permanentes y universales en nuestra cultura,
no variando con el tiempo.
• Ser aplicables a cualquier individuo. No
importa la edad, sexo y situación familiar
o social.
• Tener como objetivo la estabilidad emocional
de los individuos, la comprensión
de la realidad y la adaptación de todos a
unas situaciones en las que el individuo
podrá adaptarse con seguridad.
Es necesario que los niños dispongan de unas
pautas o normas educativas que les van a servir
como punto de partida y referencia para
poder establecer sus propios juicios.
Algunos ejemplos de pautas que la familia
debe transmitir y que determinarán el comportamiento
del individuo tanto en relación a
sí mismo como en relación a las personas que
le rodean pueden ser:
• El respeto por las personas, el entorno en el que vive, los objetos…
• El diálogo como elemento básico de relación.
• La autonomía personal que haga posible la solución de determinadas situaciones.
• Un hábito de reflexión que lleve a analizar, valorar y aceptar voluntariamente las normas
reconocidas como positivas para todos, evitando ser rebelde negativo, para poder ir adquiriendo,
paulatinamente, una objetividad signo de madurez.
• El compartir con los demás sus cosas y su tiempo.
• La comprensión del punto de vista del otro y de los procesos de la vida.
• La participación para llevar al niño del egocentrismo
(centrarse en sí mismo) al altruismo
(pensar en los demás)
• La responsabilidad tanto por lo que hace
referencia a sus propias cosas, a sus obligaciones
(en la casa, en el colegio, etc.), como
hacia los demás, ya que asimilando la necesidad
de dar una respuesta personal a las
situaciones, no se estará siempre pendiente
de que se le resuelvan los problemas.
Hay dos comportamientos, que se suelen dar
entre hermanos, que los padres deben tener en
cuenta:
• Los celos
• Las agresiones
Los celos
Hablar de celos es hacer referencia a una
situación vivida por una persona, frecuentemente
de corta edad, la cual reacciona negativamente
ante un cambio provocado por la
llegada de alguien, un hermano, vivido y sentido
como un intruso. El niño reacciona negativamente
a esta nueva situación de forma
impulsiva y emocional, ya que teme perder el
lugar que ocupa en el seno familiar, a la vez
que teme perder el afecto de quienes le rodean
o la forma como le quieren.
Evidentemente el niño pasará un período de
adaptación como cualquier persona ante un
acontecimiento parecido, pero si las pautas
educativas se mantienen, la adaptación está,
en la mayoría de los casos, garantizada. Usted
como padre debe evitar a toda costa la comparación
entre sus hijos, así como procurar
tratar a los niños en función de la edad que
éstos tienen y no por su condición. En este
sentido el niño, sea cual sea el lugar que
ocupa en la familia, no se verá tratado ni con más exigencia ni con más privilegios, con lo
que se facilita la adquisición de actitudes
positivas hacia los hermanos ya que, todos a la
misma edad, han tenido los mismos privilegios
y las mismas obligaciones, pudiendo evitarse
así los síntomas de: hijo único, del pequeño,
del que está en medio, etc.
Las agresiones y las peleas
La agresividad infantil es, frecuentemente, la
manifestación de un estado de tensión que
lleva al niño a reaccionar ante las respuestas
de los demás porque las siente como agresiones
de las que hay que defenderse. Evidentemente
en toda relación se producen momentos
de tensión, ya sea en el juego, entre
amigos, en el trabajo, etc., ya que la relación
implica adaptarse mutuamente por lo que
supone de comprensión, renuncia y diálogo.
También son frecuentes las discusiones y peleas
entre hermanos, pero lo que no debemos
es justificarlo, sino procurar que vayan superando
esos conflictos naturales utilizando las
pautas educativas de la comprensión, del respeto,
el diálogo, la reflexión, y el compartir.
Las pautas educativas que se deben transmitir
han de basarse en la tolerancia, el diálogo y la
capacidad de respetar y comprender al otro y
no sólo a uno mismo. Cuanto más equitativas
sean las reacciones de ustedes como padres,
dando a cada uno la razón que tiene en cada
momento o situación, al margen de la edad,
más fácilmente estimulará la capacidad de
análisis objetivo, a la vez que facilitará la
comprensión de las situaciones, favoreciendo
con ello a todos, ya que se evitarán favoritismos,
consentimientos absurdos en función de
unas variables que no los justifican (edad,
condición, etc.), potenciando con ello la
madurez de todos.
Estos dos comportamientos deben llevarse con
tiento, con reflexión y de forma equitativa
para así evitar las reacciones infantiles inadecuadas
o no deseables y potenciar como normales
las que deben ser.
Transmisión vivencial
Todas estas pautas educativas y estos criterios
no debe recibirlos el niño como un aprendizaaprendizaje
teórico. El único medio para recibir este
aprendizaje y que verdaderamente tenga eficacia
es, fundamentalmente, mediante la
práctica: la transmisión vivencial como modelo
a seguir.
Esta transmisión vivida por el niño
de sus padres se podrá lograr a lo largo de la
infancia y adolescencia con:
– El modelo parental.
– La coordinación padre-madre.
El modelo parental
El modelo parental es aquel que ofrecen los
progenitores a los hijos. Es realmente importante
que el niño, desde su nacimiento, vea el
comportamiento de los padres como reflejo
de sus ideas y, por tanto, en consonancia con
ellas. Este modelo es importante en las primeras
edades ya que el niño, al no comprender
aún todos los posibles argumentos, va
captando lo que debe ser, cómo debe comportarse,
viendo cómo son y se comportan
sus padres. A medida que crece, al poder
comprender ya los argumentos, podrá constatar
la relación entre lo que sus padres le
explican y lo que hace cotidianamente. De
aquí la necesidad de que este modelo sea fiel
a los criterios e ideas, ya que, de lo contrario,
éstas perderán toda su credibilidad y validez,
llegando a poder ser rechazadas y criticadas
por los hijos si no son coincidentes con la
actuación. A través del modelo parental se
puede lograr más fácilmente la interiorización
de los comportamientos y las pautas
educativas.
Coordinación padre-madre
La coordinación entre el padre y la madre es
otro elemento fundamental para garantizar la
transmisión de las pautas educativas que se
tienen, a la vez que evita la desorientación de
los pequeños. El niño, en cualquier momento,
ante una situación dada debe recibir el mismo
tipo de respuesta, sea cual sea el adulto que
tiene delante. Así comprenderá que hay unos
criterios que están por encima de las personas
y que tienen una fuerza debida a su validez y
no dependen de los posibles cambios de
humor, tensiones u otras causas o circunstancias
de los padres.
Ante la educación de los hijos debe haber una
planificación, un respeto a los criterios y a las
pautas que se puedan establecer como los
mejores para ellos y una coordinación entre
ustedes como padre y madre para no desautorizarse
entre sí. Es necesario que los padres no
discutan entre sí, delante del hijo, por discrepancias
en los criterios educativos, puesto que
esto puede facilitar la desobediencia y la
manipulación del niño/a. Las diferencias entre
los padres deberán ser abordadas y resueltas
en privado.
El respeto hacia la decisión tomada por uno de
los padres, por parte del otro, delante del hijo,
deberá ser una norma básica de pauta educativa.
Eso no significa que siempre se tenga que
estar de acuerdo en todo, sino que las discrepancias
se deben abordar fuera de la presencia
del hijo. Cuando el niño sea mayor, esta
regla podrá revisarse planteándose ya las posibles
divergencias y que sea él quien pueda elegir
• Si la familia no ofrece unas pautas educativas, unos modelos y unos hábitos adecuados, el niño puede adquirir otros siguiendo modelos que encuentre fuera, ya sea en la sociedad amplia (medios de comunicación, barrio, etc.), grupo de iguales o en otros lugares.
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