sábado, 5 de octubre de 2013

-Hijos /Educar en positivo






La socialización primaria en la familia es clave para la formación de futuros ciudadanos adultos, responsables y comprometidos con la sociedad. Esta socialización se consigue ejerciendo una parentalidad responsable y positiva, basada en los derechos del niño, en el afecto y también en el establecimiento de normas y límites.



La parentalidad positiva se basa en tres condiciones: conocer, proteger y dialogar.



• Conocer y entender a los niños y las niñas: cómo sienten, piensan y reaccionan según su etapa de desarrollo.



• Ofrecer seguridad y estabilidad: los niños y las niñas tienen que confiar en sus padres y madres, sentirse protegidos y guiados.



• Optar por la resolución de los problemas de manera positiva: sin recurrir a castigos físicos y humillantes.



Educar en positivo y desde el buen trato significa educarles sin recurrir a gritos, insultos, amenazas, humillaciones, azotes o cachetes. Estos castigos causan en los niños y las niñas dolor, tristeza, miedo, soledad, culpabilidad y baja autoestima, y está demostrado que no son eficaces en la educación de los hijos.



La parentalidad positiva exige paciencia, dedicación y esfuerzo. No siempre es fácil, pero educar en positivo es posible.



Fuente: www.savethechildren

Cómo educar a nuestros hijos: La importancia de poner normas en casa.

Poner límites claros y razonables es una de las tareas para que los niños/as no se conviertan en pequeños/as "tiranos/as" y aprendan a convivir con los demás.
Algunos consejos prácticos a la hora de poner límites a los/las hijos/as son los siguientes:
1. Mostrar objetividad. Es frecuente oír: "pórtate bien" o "sé bueno". Dichas expresiones pueden resultar imprecisas. Los/las niños/as lo entenderán mejor si se ponen las normas de una forma más concreta ("habla bajito en la sala " o "dame la mano para cruzar la calle").
2. Ofrecer opciones. Dar a los/las niños/as la oportunidad limitada de decidir cómo cumplir las "órdenes". Así sienten una sensación de poder y control, reduciendo las resistencias ("es la hora de vestirse, ¿quieres elegir un traje, o lo hago yo?").
3. Ser firmes. Ejecutar con voz segura, sin gritos, y con mirada seria en la cara lo que se quiere hacer cumplir ("vete a tu habitación ahora" o "¡para!, los juguetes no son para tirar").
4. Acentuar lo positivo. Expresiones como el "no" o "para!" dicen lo que es inaceptable pero no explican qué comportamiento se debería tener.
Es más oportuno decir a un/una niño/a lo que debe hacer ("habla bajo") antes de lo que no debe hacer ("no grites").
5. Mantenerse al margen. Cuándo se dice "quiero que te vayas a la cama ahora mismo", se está creando una lucha de poder personal con los/las niños/as.
Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal ("son las 8, hora de acostarse" y se le enseña el reloj).
6. Explicar el porqué. Evitar dar una larga explicación que les distraiga, es decir, manifestar la razón en pocas palabras ("no muerdas a las personas. Eso les hará daño" o
"si tiras los juguetes de otros niños, ellos se sentirán tristes porque les gustaría jugar con ellos").
7. Sugerir una alternativa. Así aprenden que sus sentimientos y deseos son aceptables
("no sé si te gustaría mi pintura de labios, pero eso es para los labios y no para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel a cambio" o "no te puedo dar un caramelo antes de la cena, pero te puedo dar un helado de chocolate después".

8. Ser consistente. Las rutinas y reglas de la familia deben ser consistentes días tras día (hora de comer, acostarse, etc.), aunque se esté cansado o indispuesto.
9. Desaprobar la conducta, no al niño/a. Dejar claro a los/las niños/as que la desaprobación está relacionada con su comportamiento y no directamente con ellos/as.

En vez de decir "eres malo" (desaprobación del niño/a), se puede decir "no muerdas" (desaprobación de la conducta).
10. Controlar las emociones. Cuando se está muy enfadado, se castiga más seriamente y se puede sin quererlo ser más abusivos verbalmente y/o físicamente.

SÍNTESIS: Las familias deben poner las normas que consideren justas, exigir que se cumplan, actuar con seguridad y firmeza, desde el conocimiento de los niños/as y el cariño que tienen a sus hijos e hijas, sabiendo que son el modelo a imitar y sabiendo que la valoración y respeto son una meta y una guía para ellos/as.

tomado de: tintaamarilla

-Educación de los hijos: metas y medios

Conjugar disciplina y libertad implica ofrecer motivos y explicaciones adecuadas a cada edad para que el niño y el adolescente hagan suyos los principios morales
 
Educación de los hijos: metas y medios
Educación de los hijos: metas y medios
Imaginemos dos familias muy diferentes.

En la primera todo gira en torno al bienestar y al dinero. Los padres trabajan para ganar más y así poder comprar un coche mejor, ir de vacaciones a un lugar exótico, disfrutar de las mejores películas y de fiestas que produzcan sensaciones placenteras.

En la segunda todo gira en torno al amor al prójimo. El centro de interés consiste en acoger al forastero, visitar a los enfermos, compartir comida con el pobre, enviar dinero a los enfermos de malaria o de tuberculosis, y buscar hacer felices a los demás miembros de la familia.

Es fácil deducir que según sea una familia serán los hijos. En la primera familia, el hijo tenderá a vivir centrado en las cosas materiales y en la búsqueda del placer. En la segunda familia, el hijo estará abierto a desarrollar una actitud profunda que le haga amar a los más necesitados, que le lleve a actuar para hacer más llevadero el dolor de los demás.

Toda familia, de modo más o menos profundo, pone un especial “sello de marca” en los hijos. Hay excepciones: ha ocurrido, ocurre y ocurrirá, que un hijo viva de un modo muy distinto del que le enseñaron sus padres. Pero lo normal es que los hijos orienten su personalidad a partir de lo que han visto y han recibido en casa.

Las familias, lo quieran o no, lo sepan o no, son siempre educadoras. Lo harán mejor o peor, llevarán a los hijos hacia una vida sana o hacia una vida descarriada. Pero ninguna familia puede decir que no tiene responsabilidad a la hora de formar a los hijos.

Surgen entonces dos preguntas. ¿Hacia dónde queremos llevar a los hijos en el proceso educativo? Es la pregunta por las metas. ¿Cómo alcanzar los objetivos propuestos? Es la pregunta por los medios.

Metas y medios van de la mano. Escoger los medios adecuados es imprescindible para poder alcanzar las metas. Equivocarse en los medios o elegir metas erróneas puede llevarnos a la deseducación de los hijos.

Aclaremos, en primer lugar, cuáles son las metas. La pregunta que tenemos que responder es: ¿cómo quiero que sea cada uno de los hijos cuando llegue a la adolescencia, a la juventud, a la edad adulta?

Para la familia católica, la respuesta es hermosa y comprometedora: quiero que cada hijo llegue a ser un auténtico cristiano, quiero que viva como hijo de Dios, quiero que conozca su fe y que sea capaz de llevarla a la práctica, quiero que un día pueda recibir el abrazo de Dios, para siempre, en el cielo.

La conquista de una meta tan ambiciosa incluye el cultivo de las virtudes y de los valores humanos. Hay que trabajar para que los hijos lleguen a ser personas maduras, es decir, “personas sólidas, capaces de colaborar con los demás, y de dar un sentido a la propia vida” (Benedicto XVI, Carta del Papa a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008).

A la vez, implica fomentar un ambiente de fe que permita tratar a Dios como Alguien cercano, como un Padre; que descubra la cercanía de Cristo, presente en la historia de cada uno; que se abra a la acción del Espíritu Santo, que nos guía y nos ilumina en las mil encrucijadas de la vida.

Tener claras las metas nos ayuda a colocar en su lugar tantas ofertas educativas que proponen objetivos interesantes, pero insuficientes. Aprender inglés, ser un buen deportista, dominar la informática, son objetivos importantes, pero parciales. Son metas provisionales o, si vamos más a fondo, son simplemente medios.

La verdadera meta, la que no deberíamos olvidar nunca, es conseguir de cada uno de los hijos un buen católico y una persona bien preparada para la convivencia con los demás. Se trata de lograr un hombre formado de modo integral y completo, en lo físico, en lo intelectual, en lo caracteriológico y, sobre todo, en lo más profundo de su condición espiritual: en su fe católica.

Pensemos en la segunda pregunta: ¿cómo lograr la meta? En el mundo moderno se ha producido una auténtica explosión de sistemas pedagógicos. Algunos proponen, tras las huellas de Rousseau, dejar que el niño se desarrolle de modo espontáneo y sin dirección alguna. Otros, por el contrario, han defendido que el estado o los “especialistas” impongan las creencias y las opciones que realizaría cada hijo.

Entre los extremos del libertarismo y del estatalismo podemos encontrar muchos sistemas pedagógicos, algunos mejores y otros peores. Una familia católica optará por aquellos sistemas y métodos que persigan las metas auténticas y que se basen en una correcta visión del hombre, como la que encontramos explicada en el Concilio Vaticano II (cf. el capítulo primero de “Gaudium et spes”).

Según lo que nos enseña la Revelación y nos explica la Iglesia, el hombre es un ser creado a imagen de Dios, tiene una dignidad profunda que viene de su condición espiritual, está abierto a la verdad y al bien. Pero también sufre las consecuencias del pecado original, tiene una herida interior profunda que lo lleva al egoísmo y al mal. Con la ayuda de Dios, desde la Redención en Cristo, es posible reemprender el camino hacia el amor y vivir en marcha hacia la Patria eterna.

Esta visión antropológica vale para todos: para los padres, que necesitan aprender cada día cómo ser buenos educadores y superar las tendencias al mal; y para los hijos, que buscan el bien pero que también son tentados por el egoísmo, la pereza, la avaricia, la envidia y los demás pecados capitales.

Aunque nos vamos a quedar en el “pórtico”, podemos señalar algunas pistas generales a la hora de escoger los mejores medios para educar a los hijos.

Lo primero que hace falta en toda tarea educativa es “esa cercanía y esa confianza que nacen del amor: pienso en esa primera y fundamental experiencia del amor que hacen los niños, o que al menos deberían hacer, con sus padres. Pero todo auténtico educador sabe que para educar tiene que dar algo de sí mismo y que sólo así puede ayudar a sus alumnos a superar los egoísmos para poder, a su vez, ser capaces del auténtico amor” (Benedicto XVI, Carta del Papa a la diócesis de Roma sobre la tarea urgente de la educación, 21 de enero de 2008).

En segundo lugar, la educación acompaña y suscita en los hijos su deseo de encontrar la verdad. Buscar la verdad implica estudio, y el estudio es una actividad que se hace con esfuerzo, con fatiga, incluso con sufrimiento.

El Papa Benedicto XVI, en la Carta que acabamos de citar, lo explicaba de un modo muy claro: “El sufrimiento de la verdad también forma parte de nuestra vida. Por este motivo, al tratar de proteger a los jóvenes de toda dificultad y experiencia de dolor, corremos el riesgo de criar, a pesar de nuestras buenas intenciones, personas frágiles y poco generosas: la capacidad de amar corresponde, de hecho, a la capacidad de sufrir, y de sufrir juntos”.

Lo anterior nos lleva a un punto difícil, pero necesario. La tarea educativa ha de saber encontrar un sano equilibrio entre libertad y disciplina. El crecimiento físico de los niños está acompañado por un crecimiento en el uso de la inteligencia y de la voluntad. Los hijos necesitan, entonces, descubrir de qué manera hacer un uso correcto de la libertad y, al mismo tiempo, conquistar una sana disciplina desde reglas razonables que ayudan a vivir no según caprichos que nacen de las pasiones y del permisivismo de algunas sociedades modernas, sino según principios elevados que permiten crecen cada día en la responsabilidad personal y social.

Conjugar disciplina y libertad implica ofrecer motivos y explicaciones adecuadas a cada edad para que el niño y el adolescente hagan suyos los principios morales. De este modo, podrán alcanzar una personalidad madura, generosa, abierta a cuanto de bueno y noble existe en sí mismo y en los demás. Una personalidad abierta, sobre todo, a Dios y a su Hijo Jesucristo. ¿No vale la pena cualquier esfuerzo para lograr que los hijos lleguen a una meta tan maravillosa?

tomado de :catholic

--ESCUELA DE PADRES DISCIPLINA SECUNDARIA

--ESCUELA DE PADRES DISCIPLINA PRIMARIA

-Principios de la educacion

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-Estilos y pautas educativa

-10 claves para educar a tu hijo

Todos sabemos que educar hijos no es tarea fácil ni rápida. Educar a un hijo conlleva perseverancia, conocimiento y sobre todo mucha paciencia. Cómo hablar con tu hijo Gran parte del éxito de educar a tu hijo radica en la forma que tengas de hablar con él. El mejor de los trucos que existen y que convendría recordárnoslo a nosotros mismos a diario es hablar con el niño como hablarías con cualquier otra persona: respeto, claridad y buenas intenciones. Para educar al hijo, y no desesperarse demasiado, en muchas ocasiones solo hace falta poner interés, dedicarle tiempo y tener mucha paciencia.


 A la hora de comunicarnos con él es conveniente:

 - Dejarle que se explique
 - No interrumpirle constantemente para corregirle errores
 - Hacer comentarios adecuados mostrándole interés.
- Ponernos en su situación y contemplar su punto de vista
- Dedicarle el suficiente tiempo y darle la importancia que se merece


Claves para educar hijos

Las claves más importantes que deberíamos enmarcar en alguna pared de casa bien visible, para poder verlas a diario (incluyéndome a mí también) son:

1-Las conversaciones con tu hijo son importantes, no solo para su educación, también para tu “papel” de padre/madre. Dales la relevancia que se merecen y dedícales el tiempo y la exclusividad que se merecen.

2-Las órdenes o indicaciones mejor siempre en clave positiva y una por vez. En vez de “no te subas a la mesa”, “ven al suelo que puedes caerte”.

3-Sí, hay que repetirles las cosas una y otra vez para que acaben integrándose en sus rutinas. Pero tampoco hay que “perseguirles” y agobiarles, dales algo de margen. La insistencia junto a la paciencia son dos grandes aliados a la hora de educar a un hijo.

4-Disfruta de las conversaciones y de las ocurrencias de tu hijo. No hagas que educar a tu hijo se convierta en una carga. Aprende a ver los pequeños detalles que le hacen único y que te sacarán más de una sonrisa. Recuerda lo bueno y házselo saber, no te fijes únicamente en sus errores.

5-Evita las comparaciones, sobre todo cuando hay hermanos. Cada uno es de una manera, no tienen que salir todos iguales, y es muy probable que eduques a cada hijo de forma distinta. Las comparaciones y las “competiciones” entre ellos no son beneficiosas.

6-Hay que procurar evitar las etiquetas y los juicios morales. Es más adecuado decirle que no ha recogido su habitación, que es un comentario completamente objetivo, a decirle que es un desordenado.
7-Cuando aun son pequeños, hay que intentar desdramatizar algo sus travesuras y mentiras. A edades pequeñas suelen ser muy inocentes, no conviene reírse ni fomentarlas, pero tampoco ser excesivamente estrictos con ellos.

8-Hay que tener mucha paciencia con ciertas etapas de su desarrollo, como son la etapa del “no”, la etapa de las rabietas, la preadolescencia y la adolescencia.

9-Conviene decirles la verdad de las cosas, siempre adaptándola a su nivel de entendimiento según la edad que tenga. Ahora sí, tampoco pasa nada por decirle alguna “mentira piados” cuando aun son pequeños, con la finalidad de ahorrarle algún sufrimiento, sin llegar nunca a sobreprotegerles.
10-Recuérdate cada mañana que educar al hijo es una tarea para siempre, que precisa de mucha paciencia, cariño, perseverancia, pero que reporta unos beneficios y una satisfacción incalculables

tomado de: psicoglobalia

-Pautas educativas y técnicas de modificación de conducta

¿ Qué entendemos por conducta?
Entendemos por conducta o comportamiento todo lo que hace el ser
humano.
Las personas estamos continuamente produciendo conductas, casi todas
ellas son aprendidas.
Toda conducta está influencia o determinada por el ambiente en el que se
produce. “Ambiente” es todo lo que nos rodea. Para el niño/as/adolescente su
ambiente es fundamentalmente: la familia  y el centro educativo. Por lo tanto,
estos dos ambientes influirán directamente en el aprendizaje de sus
comportamientos y en su forma de ser.
Puesto que la actitud de los adultos que rodean  al niño/as/adolescente es de suma
importancia pretendemos en este documento exponer una serie de pautas
que favorezcan  la adquisición de hábitos y conductas adecuadas.

Consideraciones generales sobre la conducta:

- Toda conducta que va seguida de una consecuencia que guste o
 interese a la persona que lo realiza (recompensa) tiende a repetirse. 
- Cuando una conducta no obtiene recompensa (consecuencia agradable), tiende a extinguirse. 
- La conducta que va seguida de consecuencias desagradable (castigos) tienden a extinguirse. 
- La mayoría de las conductas se aprenden por imitación. Imitando lo que hacen o dicen otras personas.

Es muy importante tener en cuenta estas premisas a la hora de educar, 
educar es una tarea difícil, requiere mucho esfuerzo y paciencia.

PAUTAS EDUCATIVAS

PAUTAS EDUCATIVAS

Estas pautas educativas van encaminadas a los padres y madres
de nuestros alumnos con el objetivo de desarrollar las habilidades necesarias
para actuar de la manera más correcta ante las conductas de nuestros hijos.

LA CONDUCTA DE LOS NIÑOS/AS, ADOLESCENTES
El niño desde el nacimiento comienza a aprender todas las habilidades que le son necesarias para vivir. Los padres, los hermanos, los familiares, los amigos, los profesores, las personas extrañas, la calle, los medios de comunicación, etc, influyen en ese aprendizaje. Sin embargo también se producen aprendizajes erróneos de las conductas que no son deseables como las rabietas, las peleas, la desobediencia, los problemas con las comidas, los miedos, la falta de atención, la ansiedad, la timidez. La mayoría de lo que un niño hace, siente y piensa son CONDUCTAS APRENDIDAS. ¿Qué debemos enseñar? ¿Qué evitar?…
Lo que siempre debemos hacer
  1. Observar y describir conductas de forma clara y precisa como método para comprender el comportamiento de nuestros hijos. Proponernos un objetivo concreto a conseguir en el niño y definirlo claramente.
  2. Explicar al niño lo que deseamos que haga.
  3. Valorar positivamente (premiar y alabar) todo intento de realizar ese objetivo por el niño.
  4. Cuando le diga lo bien que ha hecho algo no le recuerde lo mal que lo hizo el otro día o lo mal que lo suele hacer. No le diga por ejemplo “Mira que bien lo has hecho hoy, ¿ves como cuando quieres lo haces bien?, no como ayer que mira la que me liaste”, en cambio dígale simplemente “Muy bien, te estás portando estupendamente”.
  5. Debemos ignorar, cuando sea posible, las conductas inadecuadas.
  6. Que los premios vayan después de haber hecho la conducta que queremos aumentar.
  7. Hacer hincapié en el hecho de que él vale y es bueno y puede cambiar sus conductas erróneas.
  8. Cumplir las promesas que hacemos y hacer lo que decimos.
  9. Ayudarles a solucionar sus problemas pensando con ellos posibles soluciones.
  10. Exponer positivamente nuestros deseos: “Cuando termines de comer te daré el pastel”. En lugar de decir “Si no comes no te daré el pastel”.

Lo que nunca debemos hacer:
  1. Intentar persuadir con sermones.
  2. Recurrir a gritos, amenazas o arranques de cólera cuando se comporten inadecuadamente. Recordemos que estamos sirviendo de modelos.
  3. Intentar hacerles sentirse culpables mediante reproches o acusaciones.
  4. Jamás les compares con otros, no favorece su autoestima.
  5. Prometerles cosas que nunca cumpliremos.
  6. “Traficar” con nuestro cariño. “Te quiero si………”No te quiero si………”.El niño ha de saber que lo queremos siempre y que vamos a responder de él.
  7. Decir que no se hace una cosa y hacerla nosotros. Por ejemplo, decirle:”No grites” y nosotros como padres gritamos cuando nos dirigimos a él.
  8. Infravalorarle, sólo o delante de otros. El niño puede equivocarse, cometer errores, podrá ser castigado por ello…..pero nunca porque sea malo o no valga.
  9. Los padres poseen el control sobre su hijo, pues tienen lo que un niño más quiere: su atención. En muchas ocasiones se portan mal para reclamar su atención. No preste atención a su hijo cuando haga algo inapropiado, ni siquiera le regañe, pues le estará prestando atención. Preste atención a su hijo cuando esté haciendo algo apropiado.
tomado de : declacram

**PAUTAS EDUCATIVAS

Las pautas son los medios de que dispone la familia para, a través de la práctica educativa (estilos), lograr los fines de la educación familiar. La familia como núcleo primario donde el niño llega al mundo, donde va a establecer sus vínculos afectivos y va a despertar a cuanto le rodea, es el grupo social que va a tener más trascendencia para su desarrollo y equilibrio durante toda la vida. Por estos motivos la familia, además de garantizar los cuidados necesarios para la salud física, debe ofrecer unas pautas educativas que permitan adquirir una madurez psicológica, emocional y personal evitando impulsividades, egocentrismos (interés en sí mismo), facilitando la reflexión y valoración de las situaciones en las que se debe vivir, haciendo posible la comprensión del mundo, de los demás y de las normas sociales, así como del papel personal que se debe desempeñar. Para que las pautas educativas sean válidas, deben:

 • Ser la práctica de unos criterios educativos que los justifiquen.

 • Ser fundamentales. No deben someterse a modas ni estar caducas, ya que para garantizar la madurez del niño, deben ser permanentes y universales en nuestra cultura, no variando con el tiempo.

 • Ser aplicables a cualquier individuo. No importa la edad, sexo y situación familiar o social.

 • Tener como objetivo la estabilidad emocional de los individuos, la comprensión de la realidad y la adaptación de todos a unas situaciones en las que el individuo podrá adaptarse con seguridad. Es necesario que los niños dispongan de unas pautas o normas educativas que les van a servir como punto de partida y referencia para poder establecer sus propios juicios.

 Algunos ejemplos de pautas que la familia debe transmitir y que determinarán el comportamiento del individuo tanto en relación a sí mismo como en relación a las personas que le rodean pueden ser:

 • El respeto por las personas, el entorno en el que vive, los objetos…

 • El diálogo como elemento básico de relación.

 • La autonomía personal que haga posible la solución de determinadas situaciones.

 • Un hábito de reflexión que lleve a analizar, valorar y aceptar voluntariamente las normas reconocidas como positivas para todos, evitando ser rebelde negativo, para poder ir adquiriendo, paulatinamente, una objetividad signo de madurez.

 • El compartir con los demás sus cosas y su tiempo.

 • La comprensión del punto de vista del otro y de los procesos de la vida.

 • La participación para llevar al niño del egocentrismo (centrarse en sí mismo) al altruismo (pensar en los demás)

 • La responsabilidad tanto por lo que hace referencia a sus propias cosas, a sus obligaciones (en la casa, en el colegio, etc.), como hacia los demás, ya que asimilando la necesidad de dar una respuesta personal a las situaciones, no se estará siempre pendiente de que se le resuelvan los problemas.

 Hay dos comportamientos, que se suelen dar entre hermanos, que los padres deben tener en cuenta:

 • Los celos
 • Las agresiones

 Los celos
Hablar de celos es hacer referencia a una situación vivida por una persona, frecuentemente de corta edad, la cual reacciona negativamente ante un cambio provocado por la llegada de alguien, un hermano, vivido y sentido como un intruso. El niño reacciona negativamente a esta nueva situación de forma impulsiva y emocional, ya que teme perder el lugar que ocupa en el seno familiar, a la vez que teme perder el afecto de quienes le rodean o la forma como le quieren. Evidentemente el niño pasará un período de adaptación como cualquier persona ante un acontecimiento parecido, pero si las pautas educativas se mantienen, la adaptación está, en la mayoría de los casos, garantizada. Usted como padre debe evitar a toda costa la comparación entre sus hijos, así como procurar tratar a los niños en función de la edad que éstos tienen y no por su condición. En este sentido el niño, sea cual sea el lugar que ocupa en la familia, no se verá tratado ni con más exigencia ni con más privilegios, con lo que se facilita la adquisición de actitudes positivas hacia los hermanos ya que, todos a la misma edad, han tenido los mismos privilegios y las mismas obligaciones, pudiendo evitarse así los síntomas de: hijo único, del pequeño, del que está en medio, etc.

 Las agresiones y las peleas
 La agresividad infantil es, frecuentemente, la manifestación de un estado de tensión que lleva al niño a reaccionar ante las respuestas de los demás porque las siente como agresiones de las que hay que defenderse. Evidentemente en toda relación se producen momentos de tensión, ya sea en el juego, entre amigos, en el trabajo, etc., ya que la relación implica adaptarse mutuamente por lo que supone de comprensión, renuncia y diálogo. También son frecuentes las discusiones y peleas entre hermanos, pero lo que no debemos es justificarlo, sino procurar que vayan superando esos conflictos naturales utilizando las pautas educativas de la comprensión, del respeto, el diálogo, la reflexión, y el compartir. Las pautas educativas que se deben transmitir han de basarse en la tolerancia, el diálogo y la capacidad de respetar y comprender al otro y no sólo a uno mismo. Cuanto más equitativas sean las reacciones de ustedes como padres, dando a cada uno la razón que tiene en cada momento o situación, al margen de la edad, más fácilmente estimulará la capacidad de análisis objetivo, a la vez que facilitará la comprensión de las situaciones, favoreciendo con ello a todos, ya que se evitarán favoritismos, consentimientos absurdos en función de unas variables que no los justifican (edad, condición, etc.), potenciando con ello la madurez de todos. Estos dos comportamientos deben llevarse con tiento, con reflexión y de forma equitativa para así evitar las reacciones infantiles inadecuadas o no deseables y potenciar como normales las que deben ser. Transmisión vivencial Todas estas pautas educativas y estos criterios no debe recibirlos el niño como un aprendizaaprendizaje teórico. El único medio para recibir este aprendizaje y que verdaderamente tenga eficacia es, fundamentalmente, mediante la práctica: la transmisión vivencial como modelo a seguir.

 Esta transmisión vivida por el niño de sus padres se podrá lograr a lo largo de la infancia y adolescencia con:
 – El modelo parental.
 – La coordinación padre-madre.

 El modelo parental
 El modelo parental es aquel que ofrecen los progenitores a los hijos. Es realmente importante que el niño, desde su nacimiento, vea el comportamiento de los padres como reflejo de sus ideas y, por tanto, en consonancia con ellas. Este modelo es importante en las primeras edades ya que el niño, al no comprender aún todos los posibles argumentos, va captando lo que debe ser, cómo debe comportarse, viendo cómo son y se comportan sus padres. A medida que crece, al poder comprender ya los argumentos, podrá constatar la relación entre lo que sus padres le explican y lo que hace cotidianamente. De aquí la necesidad de que este modelo sea fiel a los criterios e ideas, ya que, de lo contrario, éstas perderán toda su credibilidad y validez, llegando a poder ser rechazadas y criticadas por los hijos si no son coincidentes con la actuación. A través del modelo parental se puede lograr más fácilmente la interiorización de los comportamientos y las pautas educativas.

Coordinación padre-madre
 La coordinación entre el padre y la madre es otro elemento fundamental para garantizar la transmisión de las pautas educativas que se tienen, a la vez que evita la desorientación de los pequeños. El niño, en cualquier momento, ante una situación dada debe recibir el mismo tipo de respuesta, sea cual sea el adulto que tiene delante. Así comprenderá que hay unos criterios que están por encima de las personas y que tienen una fuerza debida a su validez y no dependen de los posibles cambios de humor, tensiones u otras causas o circunstancias de los padres. Ante la educación de los hijos debe haber una planificación, un respeto a los criterios y a las pautas que se puedan establecer como los mejores para ellos y una coordinación entre ustedes como padre y madre para no desautorizarse entre sí. Es necesario que los padres no discutan entre sí, delante del hijo, por discrepancias en los criterios educativos, puesto que esto puede facilitar la desobediencia y la manipulación del niño/a. Las diferencias entre los padres deberán ser abordadas y resueltas en privado. El respeto hacia la decisión tomada por uno de los padres, por parte del otro, delante del hijo, deberá ser una norma básica de pauta educativa. Eso no significa que siempre se tenga que estar de acuerdo en todo, sino que las discrepancias se deben abordar fuera de la presencia del hijo. Cuando el niño sea mayor, esta regla podrá revisarse planteándose ya las posibles divergencias y que sea él quien pueda elegir

 Recuerde
 • Al proponer todas estas reglas pretendemos llegar a un único objetivo: la madurez, el equilibrio y la seguridad del niño.
 • Si la familia no ofrece unas pautas educativas, unos modelos y unos hábitos adecuados, el niño puede adquirir otros siguiendo modelos que encuentre fuera, ya sea en la sociedad amplia (medios de comunicación, barrio, etc.), grupo de iguales o en otros lugares.

-Estilos educativos y_sus_consecuencias



tomado de: slideshare

-Criterios educativos para estimular el desarrollo social, emocional y personal

Los/as padres/madres influyen en el desarrollo socio-emocional de sus hijos/as. Esta afirmación no quiere decir que se trate de una influencia directa causa-efecto y en una sola dirección (de los padres/madres hacia los/las hijos/as) si no que además el sistema familiar se encuentra inmerso en otros sistemas con los cuales se establecen también relaciones y que interactúan entre ellos.
 El conjunto de las relaciones padres/madres con hijos/as e hijos/as con padres/madres, al igual que las relaciones con los amigos/as, familiares, con la escuela…conforman un todo relacional que nos sirve para conformar nuestro desarrollo
. En este caso nos fijamos en aquellas orientaciones que concretamente a padres/madres pueden guiar para optimizar el desarrollo socio-emocional de sus hijos/as:
“Situación general”:
  • En la medida de lo posible, es positivo mantener una estabilidad (pareja, trabajo, nivel de ingresos, etc.).
  • Evitar o prevenir, también en la medida de lo posible, problemas diversos (médicos, legales, cambios inesperados,...).
  • Evitar situaciones conflictivas dentro y fuera de casa.
“Respuestas ante comportamientos infantiles”:
Conocer cómo podéis responder ante determinados comportamientos (Rabietas, Mentiras, Agresividad…).
“Cuidado sustituto”:
Ser conscientes de la importancia de la calidad y estabilidad del cuidado no proporcionado por los padres y madres.
“Potencial de amistad”:
  • Favorecer las relaciones de vuestros/as hijos/as con sus iguales.
  • Facilitar que los niños/as puedan disponer de un espacio seguro donde puedan jugar y relacionarse con sus compañeros/as.
  • Fomentar la participación del niño/a en actividades extraescolares, campamentos, etc.
“Disciplina no punitiva”:
  • No utilizar castigos físicos y métodos disciplinarios severos.
  • Utilizar técnicas de disciplina inductivas, en las que el control se ejerza, sobre todo, a través del razonamiento.
“Baja conflictividad marital”:
  • Evitar la exposición del niño/a a los conflictos entre el padre y la madre.
  • Asesoramiento profesional en caso de separación o divorcio.
Baja conflictividad externa”:
  • Preservar a los niños/as de exposición a conflictos (en el vecindario, en la escuela o en los medios de comunicación).
  • Cuando el niño/a se vea expuesto a conflictos de forma directa o indirecta, enseñarle a analizarlos y solucionarlos de forma positiva y constructiva (en la medida de sus capacidades y de su edad).
“Apoyo social”:
  • Solicitar poyo durante el proceso de crianza por parte de la familia extensa y amistades.
  • Conocer apoyos institucionales: campañas de información, Servicios de orientación familiar.
"Baja frecuencia de acontecimientos estresantes”:
  • Evitar la presencia de acontecimientos estresantes durante el proceso de crianza (mudanza, problemas médicos, legales, económicos, fallecimiento de familiares, cambio de centro educativo, etc.).
  • Ante la presencia de acontecimientos estresantes conocer cuáles son las técnicas de afrontamiento del estrés a través de los servicios de orientación.
desarrollo personal"Grado de control y solución de problemas”:
Ser conscientes de vuestra capacidad para afrontar y resolver de forma eficaz los problemas que se os han planteado a lo largo de la crianza.
“Apego seguro”:
  • El bebé antes de los 12 meses establece un vínculo afectivo con la persona que lo cuida: este vínculo, procura la supervivencia y proporciona seguridad emocional.
  • Se manifiesta a través de la: búsqueda de proximidad, protesta o ansiedad por la separación, búsqueda de refugio emocional y búsqueda de seguridad.
"Estilo democrático/Autorizado”:
  • Utilizar la inducción, explicación y razonamiento sobre el sentido de las normas en un marco de calidez afectiva y de aceptación.
  • Ventaja: impacto positivo en el desarrollo psicológico infantil del estilo educativo democrático o autorizado.
  • Los niños/as criados con el estilo democrático/autorizado:
    Poseen un estado emocional estable y alegre.
    Muestran una elevada autoestima.
    Exhiben un elevado autocontrol.
    Tienen escasos problemas de conducta.
    Obtienen un mejor rendimiento escolar.
“Coherencia educativa”:
Mantenimiento por parte de la familia (padres y madres) de criterios y normas educativas similares.
“Valoración intrínseca”:
  • Valorar de forma positiva e incondicional la personalidad de vuestros hijos/as (necesidad de aceptación).
  • Valorar a vuestros hijos/as de forma independiente de los logros obtenidos de tipo académico o social.
“Estilo autorizado de resolución de conflictos”:
Conocimiento de estrategias adecuadas de resolución positiva de las situaciones conflictivas en el hogar.
“Expresividad emocional y metaemocional”:
  • Favorecer la expresión de emociones positivas y negativas; conversaciones y explicaciones sobre las mismas.
  • Expresar las emociones al recordar o explicar los propios estados emocionales.
“Fomento de la autoestima”:
Ser críticos y exigir, pero devolviendo al niño/a referencias positivas sobre su comportamiento, especialmente en el ámbito del comportamiento moral.
“Patrones adecuados de comunicación”:
  • Fomentan la comunicación con sus hijos e hijas: todos los temas se tratan con normalidad, no existiendo temas tabúes. La familia es un contexto de aprendizaje de habilidades de comunicación.
  • Evitar los obstáculos que dificultan una buena comunicación (críticas, sarcasmos, ridiculizaciones, insultos, sermones, órdenes continuas).
“Fomento del pensamiento crítico”:
  • Intentar que vuestros hijos e hijas, en función de su edad, tengan una actitud crítica e independiente.
  • No ser reacios a las posibles críticas u objeciones que los hijos/as puedan realizar respecto a vosotros/as o a la forma de manejar la vida en el hogar.
  • Admitir que hijos e hijas puedan tener ideas diferentes a las vuestras.
"Fomento de la autonomía funcional y emocional”:
  • Facilitar la autonomía e individuación de vuestros hijos e hijas.
  • Facilitar estrategias para que solucionen las situaciones difíciles de forma independiente y a medida que perciben su madurez, permitirles mayores cotas de libertad.
  • Permitir que se equivoquen y aprendan de sus errores.
“Flexibilidad y adaptabilidad”:
  • Introducir cambios a lo largo de la infancia que se adapten a las necesidades del niño/a en cada etapa evolutiva, siendo al mismo tiempo capaces de adaptarse a las circunstancias transitorias especiales que puedan ocurrir (enfermedad, momentos de mayor estrés).
En último lugar, es importante además:
“Supervisión de la exposición a los medios”:
  • Practicar una supervisión de los contenidos a los que sus hijos /as acceden a través de la tecnología multimedia: medios de comunicación, consolas de juegos, Internet.
  • Regular el tiempo de contacto con las tecnologías y fomentar una la actitud crítica respecto a su contenido.
tomado de :bilbao

-CRITERIOS EDUCATIVOS

CRITERIOS EDUCATIVOS
Los criterios son la base en la que se sustentan los padres para abordar el trabajo educativo, al tiempo que les da significado a la formación de las pautas y estilos educativos. Contemplamos los siguientes:


1- La interiorización es un proceso fundamental en la socialización y en el aprendizaje.


 Consiste en que el sujeto perciba, comprenda, asimile y acepte, “haciendo suyo”, el mensaje que se le transmite. De esta forma lo incorpora a su mundo de conocimientos, ampliando con ello la percepción de la realidad. 
La interiorización es lo opuesto a la imposición. Los padres no pueden estar siempre presentes para decir a sus hijos lo que está bien y lo que está mal, para recordarles cuáles son las reglas de comportamiento y asegurar su cumplimiento.
 De modo que las “guías” del buen juicio y las reglas que tienen verdadera importancia deben llegar a inculcarse de tal modo que los niños las comprendan, tengan su propio criterio y una conciencia que les “recuerde” lo que está bien y lo que está mal. Con la interiorización, la disciplina (primer paso en el aprendizaje de normas) pasa a la autodisciplina (paso de rango superior).

Cuando la autodisciplina empieza a asumirse, los niños llegan a portarse cada vez mejor, aun cuando no haya nadie presente para indicarles lo que deben hacer. Naturalmente, todo esto no se consigue de la noche a la mañana. Es importante lograr primero el vínculo o apego del niño pequeño a sus padres: una relación creciente de afecto, sentimiento, respeto e incondicionalidad. Los padres que alimentan ese vínculo son las personas más importantes en ese mundo del niño, y los toma como modelos con los que se identifica y a quienes imita. 

Cuando los padres critican o desaprueban lo que los hijos hacen mal, con respeto y cariño pero con decisión, si estos toman en serio lo que se les dice, y comienzan a considerar ellos mismos su mala conducta, entonces incorporan el juicio sobre lo que es conducta inadecuada (“interiorización”), un paso importante en el camino que lleva a la formación de su propia conciencia. ¡Y qué paso tan importante es éste! El ajuste a la sociedad (adaptación) comienza a producirse cuando los niños tratan de controlar sus impulsos porque saben que otros los desaprobarán. Los niños que se sienten apartados o no queridos, por el rechazo de los padres como efecto de un castigo continuo y severo, no se identifican con el punto de vista de sus mayores cuando se les aplica la disciplina y, por consiguiente, es menos probable que acepten las críticas que se les hacen y que “interioricen” lo transmitido. Pero cuando se sienten queridos y aceptados y los mensajes se les dan con cariño,respeto, y, con claridad, seriedad y autoridad,se facilita el proceso de comprensión del mensaje y su interiorización.

La interiorización de reglas, valores y juicios es una parte importante del desarrollo social y moral. Por una parte están las reglas convencionales de las buenas costumbres, las normas básicas de convivencia y la conducta correcta, es decir, los aspectos sociales; por otra las reglas que conciernen a la amabilidad y el respeto por los demás, a mantener las promesas, a ser honesto, etc. Estos últimos corresponden a los aspectos morales.
 La interiorización es lo opuesto a la imposición. A veces los padres tienen que recurrir a métodos educativos impositivos. Probablemente en los primeros años de vida de una persona éste sea el método más común, dado que el niño/a aún no “razona” suficiente todavía. Pero no se olvide, el niño empieza a comprender y a razonar más pronto de lo que se imagina. Por tanto, trate de utilizar el método de la interiorización tan pronto como le sea posible. Trate siempre de hacerle razonar y comprender lo que desea inculcarle. Y, no obstante, cuando lleve un tiempo prudencial intentándolo y se encuentre agotado, no se preocupe, impóngaselo (si de lo que trata es razonable y urgente), si no, no pasa nada si lo aplaza para otro momento. En el proceso mediante el cual el niño llega a actuar de acuerdo con las reglas y los valores de la sociedad, llegando a convertirse en un miembro de la comunidad que sabe autodominarse, uno de los primeros pasos es el desarrollo del autocontrol.
Los niños aprenden a autocontrolarse como parte del proceso de aprender los valores y las normas de la sociedad en que habrán de convivir. Comienzan a asociar ciertas acciones prohibidas y situaciones peligrosas con la desaprobación o el castigo, de modo que los evitan; temen enfadar a sus progenitores o hacerse daño. La interiorización es fundamental para lograr el control. Los niños, y posteriormente los adolescentes, tienen que aprender a ponerles un freno a sus impulsos, a dominar sus deseos y a tolerar su frustración. El autocontrol es un aspecto importante de la personalidad. Usted puede ayudar a su hijo/a a lograrlo.

2- El respeto es muy importante, ya que consideramos que está estrechamente relacionado con las pautas educativas que debe ejercer la familia y que condiciona, en gran manera, la forma de comportarse del niño, tanto individual como socialmente, con los adultos y con su grupo de iguales. El respeto debe estar presente en todas las situaciones, en todos los comportamientos y en todas las circunstancias, empezando por los padres entre sí. Desde pequeño, el niño debe comprender que ante todo debe respetar los hechos, las personas (y sobre todo a las personas mayores), los objetos. La madurez será posible cuando se comprenda que la propia actuación tiene unos límites y que sólo se actúa adecuadamente cuando se comprende el entorno que le rodea y se es capaz de defender las ideas y razones con respeto, estableciendo unas pautas de reacción que tengan presente al otro y no sólo el yo. Esta percepción del respeto lleva a adoptar formas positivas, como dialogar y defender lo propio, pero manteniendo siempre unos límites de corrección, de validez, lo que hará que sea posible ser respetado.

3- La autoridad y la afectividad Generalmente se ha identificado la autoridad con el hombre y la afectividad con la mujer. Pero ambos criterios no son separables y deben darse en toda persona, pudiendo el niño recibir del padre tanto su firmeza como su cariño, así como de la madre su ternura y sus criterios, estables y firmes, que defiende y hace cumplir las normas, sin la necesidad del apoyo del padre. De este modo, es importante que ustedes como padres comprendan su papel educativo (en todas las edades) mientras los hijos están bajo su tutela y no son independientes. Deben asumir el papel no de amigos o “colegas”, que no lo son, sino de padres amistosos, dialogantes, que tienen como responsabilidad la educación de los hijos, la transmisión de unos valores con los que, en muchas ocasiones, deberán enfrentarse con autoridad, aceptando o rechazando el comportamiento de los hijos y argumentando siempre el porqué del rechazo pero exigiendo el cumplimiento de unas reglas de juego establecidas con anterioridad, lo que no empobrecerá las relaciones afectivas, sino que, al contrario, las hará más firmes.

 Recuerde

 La autoridad está basada en:

 - La responsabilidad que tiene como padre ante sus hijos y la sociedad.
 - Sus obligaciones de enseñar, educar, formar y corregir.

 La autoridad se ejerce:

- Con respeto por el otro.
 - Con cariño y con la comprensión de que nadie nace enseñado.
 - Con el razonamiento ajustado a la edad del niño. 

No confundir autoridad con autoritarismo El autoritarismo esta basado en:

- La ausencia de razonamiento.
 - La imposición Tenga cuidado con la sobreprotección Puede provocar en el niño: - Falta de responsabilidad. - Falta de seguridad. - Falta de autoconfianza. - Falta de autoestima - Falta de habilidades.


Tenga cuidado con la sobreprotección
Puede provocar en el niño:
- Falta de responsabilidad.
- Falta de seguridad.
- Falta de autoconfianza.
- Falta de autoestima

- Falta de habilidades.

-HÁBITOS, NORMAS Y LÍMITES


-NORMAS PARA LA INFANCIA


-LOS LÍMITES EN LA EDUCACIÓN DE NIÑOS Y ADOLESCENTES: UNA NECESIDAD PARA EL APRENDIZAJE Y SOCIALIZACIÓN


-Los niños vienen sin manual de instrucciones


-Padres permisivos democraticos autoritarios y sobreprotectores


-Pautas esenciales para educar a nuestros hijos


jueves, 3 de octubre de 2013

-Receta para educar niños felices

Educar para la vida es un reto, es darlo todo desde el corazón, muchísima paciencia, utilizando la lógica y el sentido común. Requiere tener esperanza, encontrar ese estímulo diario para seguir adelante y mucha mucha creatividad.
Os dejo la receta para conseguir que vuestros hijos sean felices.
recetaeducarhijosfelices

-Educar es hacer del hijo, fuerte en su personalidad

En estos tiempos tan lleno de soledades, el alma de muchas personas están atiborradas de “contactos”, “relaciones” y “conocidos”……pero son un alma solitaria

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Educar es hacer del hijo, fuerte en su personalidad
Educar es hacer del hijo, fuerte en su personalidad
Cuando uno llega del cine a las dos de la mañana y se encuentra que recién sus hijos se disponen a salir a disfrutar la noche.........eso preocupa.

Cuando a uno lo despiden con un simple grito desde la puerta: ¡Chau, viejo! después de haber intentado que nos digan a dónde van y con quien van a volver.......eso también preocupa.

Pero cuando uno mira el reloj a las 7 de la mañana y los chicos todavía no llegaron y por más que uno ya sabe que normalmente no aparecen antes de las 8 de la mañana........eso asusta.

El problema está en que la lógica y el sentido común nos dicen que hay que hacer algo y.........no sabemos qué.

El ambiente de la diversión, los manipuladores de los adolescentes que lo que buscan es ganar dinero se nos han metido en casa. Los juntan de a miles en locales, estadios, conciertos, etc., cuando más amontonados mejor, es una manera de despersonalizarlos, que piensen poco y consuman mucho.

En estos tiempos tan lleno de soledades, el alma de muchas personas están atiborradas de “contactos”, “relaciones” y “conocidos”…pero son un alma solitaria.

……y llegó el día que ya nos anunció Albert Einstein:

"Temo el día en que la tecnología sobrepase nuestra humanidad"
El mundo solo tendrá una generación de distraídos.
¿Ustedes no han notado lo que está pasando con los nuevos celulares que no sé para cuantas cosas sirven?

En una reunión de amigos, en una comida en familia, tomando el té unas amigas, en el campo de futbol, en el auto, cada uno está atento de su maquinita en vez de conversar, mirar el partido o el paisaje, cada uno está en su mundo encerrado en esa pequeña cajita.
En las Iglesias, cines y teatros tienen que rogar que los apaguen.
Menos mal que al menos cuando duermen, hacen lo que siempre hemos hecho: dormir.

Si bien podemos decir que la sociedad actual conduce a las personas a ser materialistas debido al alto nivel de consumismo y de tecnicismo reinante, notamos también que este ambiente influye decisivamente en la configuración de personalidades cada vez más débiles.
De ahí que debemos hacer de nuestros hijos, hijos fuertes, formados, sino queremos que predomine en ellos la formación de un ambiente que está ahí y que no podemos evitar que influya en alguna medida en su persona.

Por eso, además de hacer todo lo posible por mejorar las costumbres, es importante equipar a cada hijo para enfrentar situaciones que nosotros como adultos nunca vivimos.
Si queremos hacerlos libres para que puedan enfrentar su realidad, los debemos hacer fuertes, firmes en sus actitudes, seguros de lo que son.

Educar en valores significa conseguir que una persona actúe de manera habitual de tal modo, que su comportamiento sea digno de imitarse.
Últimamente se habla mucho de la autoestima. Es lógico, porque nos vamos dando cuenta de que el valor de una persona es tan grande que merece que alguien la ame incondicionalmente; es decir que esa persona exista y sea plenamente él.

¿Y dónde se aprende esto, dónde se enseña, dónde se mama sin que uno se dé cuenta? En la familia, en el hogar. No hay otro lugar.
La familia es como el bosque. Si estás fuera de él, sólo ves su densidad. Si estás dentro, puedes ver que cada árbol tiene su propio lugar. (“Palmeras en la nieve”- Luz Gabás)
¡Qué importante que haya ido mamando la esencia de cada uno!, para que sin darse cuenta, haya crecido, como crece cada uno de los árboles que forman un bosque.

La soledad es cuando uno está rodeado de personas pero el corazón no ve nadie cerca (Luis Gonzaga Pinheiro)
El hijo necesita para su formación sentir que nunca está sólo.
El amor sin condiciones sólo lo puede dar la familia, es allí donde se nos quiere por lo que somos y no por lo que valemos.
Mientras uno no se sienta querido así, no sabrá cuánto vale ni tendrá noción de su propia dignidad: su valoración va depender del espejo de los otros.
Que importante es, que este espejo de los otros sean sus padres, sea lo que ha visto vivir. Si eso no es así, lo que será, será una persona que va a la deriva por la vida.
En el mundo moderno de hoy es esencial y necesario que su hogar sea un espejo dónde un día se pueda mirar.

Se dice que no importa la cantidad de tiempo que se pasa con los hijos, sino la calidad. De acuerdo. Pero convengamos que el afecto necesita un tiempo para ser expresado y para ser recibido.
Tiene que haber un tiempo para escuchar, un tiempo para clarificar lo que intuyo, un tiempo para conocer los motivos de múltiples actitudes.
Cuanto más tiempo dedique a mis hijos más profunda será la semilla que vamos sembrando cuya cosecha un día vendrá.
Algunos padres la ven otros no. Pero si no hay tiempo de siembra nunca puede venir la cosecha.

Un padre que se tiene confianza en si mismo, es un padre que transmite sus convicciones con seguridad, con claridad y no se dobla o cambia de parecer por presión alguna. Podrá si ser abierto a las nuevas situaciones, se esforzará en ser comprensivo y en aceptar reflexionar sobre lo que se debe hacer en cada caso.
La diferencia entre debilidad y capacidad de adaptación es que el débil no piensa, sino que cede, se entrega, baja los brazos. No tenía motivos propios para sostener una posición frente a sus hijos. Sin darse cuenta le está diciendo que no sabe qué hacer con él.
El padre que está seguro de su responsabilidad se esfuerza y asume la perspectiva de las cosas y reflexiona. Y hace lo que mejor pueda hacer.

La actitud de los padres tiene que ser la de quien tira para adelante y sostiene su manera de ver las cosas, haciendo de espejo donde el hijo pueda reflejarse.

Un punto importante es el optimismo.
Educar personalidades fuertes es enseñar a ver las cosas desde muchos puntos de vista, saber enfrentar las preocupaciones no como problema imposible de resolver, sino como una circunstancia de la vida que debo buscar el cómo arreglarla, aprender a disfrutar de lo que hago porque todo esfuerzo vale la pena.

En la vida no todo puede ser oscuridad, siempre acaba saliendo el sol. (Charlotte Valandrey)
A las preocupaciones que todos han de vivir, hay que sembrar que siempre se debe vivir en la esperanza, esforzándose, sabiendo que siempre sale el sol.
Dice Stephen Covey en uno de sus libros: A veces lo más proactivo a nuestro alcance es el ser feliz. La felicidad como la desdicha, es una elección.
Hay que enseñarles a saber elegir.
Para poder elegir el ser o no ser feliz, es necesario ser fuerte en lo que cada uno es. En lo que cada uno aprendió en su casa por contagio o lo aprenderá en la vida a base de golpes.

tomado de: catholic

-Diez principios y una clave para educar correctamente

 Un memorándum, el más accesible y concreto posible, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación


Padre y madre son, por naturaleza, los primeros e irrenunciables educadores de su hijos. Su misión no es fácil. Está llena de contrastes en apariencia irreconciliables: han de saber comprender, pero también exigir; respetar la libertad de los chicos, pero a la vez guiarles y corregirles; ayudarles en sus tareas, pero sin sustituirlos ni evitarles el esfuerzo formativo y la satisfacción que el realizarlas lleva consigo…
De ahí que los padres tengan que aprender por sí mismos a serlo… y desde muy pronto. En ningún oficio la capacitación profesional comienza cuando el aspirante alcanza puestos de relieve y tiene entre sus manos encargos de alta responsabilidad. ¿Por qué en el «oficio de padres» debería ser de otra forma? ¿Acaso porque se trata más de un arte que de una ciencia? De acuerdo; pero en ningún arte bastan la inspiración y la intuición; es menester también instruirse, formarse.

En cualquier caso, aprender este «oficio» no consiste en proveerse de un conjunto de recetas o soluciones ya dadas e inmediatamente aplicables a los problemas que van surgiendo. Tales recetas no existen. Existen, por el contrario, principios o fundamentos de la educación, que iluminan las distintas situaciones: los padres deben conocerlos muy a fondo, hasta hacerlos pensamiento de su pensamiento y vida de su vida, para con ellos encarar la práctica diaria.

Teniendo esto claro, y sin demasiadas pretensiones, ofreceré un memorándum, el más accesible y concreto posible, de los principales criterios y sugerencias sobre «el arte de las artes», como ha sido llamada la educación.

— Tres consejos de primer orden.

1) La primera cosa que los padres necesitan para educar es un verdadero y cabal amor a sus hijos.


Según escribe G. Courtois en El arte de educar a los muchachos de hoy, la educación requiere, además de «un poco de ciencia y de experiencia, mucho sentido común y, sobre todo, mucho amor». Con otras palabras, es preciso dominar algunos principios pedagógicos y obrar con sentido común, pero sin suponer que baste aplicar una bonita teoría para obtener seguros resultados. 

¿Por qué? Entre otros motivos, porque «cada niño es un caso» absolutamente irrepetible, distinto de todos los demás. Ningún manual es capaz de explicarnos ese «caso» concreto. Hay que aprender a modular los principios a tenor del temperamento, la edad y las circunstancias en que se encuentren los hijos. Y solo el amor permite conocer a cada uno de ellos tal como es hoy y ahora y actuar en consecuencia: aun concediendo la parte de verdad que encierra el dicho de que «el amor es ciego», resulta mucho más profundo y real sostener que es agudo y perspicaz, clarividente; y que, tratándose de personas, solo un amor auténtico nos capacita para conocerlas con hondura.

De hecho, será el amor el que enseñe a los padres a descubrir el momento más adecuado para hablar y para callar; el tiempo para jugar con los niños e interesarse por sus problemas sin someterlos a un interrogatorio y el de respetar su necesidad de estar a solas; las ocasiones en que conviene «soltar un poco de cuerda» y «no darse por enterados» frente a aquellas otras en que lo que procede es intervenir con decisión e incluso con resuelta viveza…

Y, según decía, en todo este difícil arte los padres resultan insustituibles. Un matrimonio muy agobiado por su trabajo profesional buscaba en una tienda de juguetes un regalo para su niño: pedían algo que lo divirtiera, lo mantuviese tranquilo y, sobre todo, le quitara la sensación de estar solo. Una dependiente inteligente les explicó: «lo siento, pero no vendemos padres».

2) La primera cosa que el hijo necesita para ser educado es que sus padres se quieran entre sí.

«Hacemos que no le falte de nada, estamos pendientes hasta de sus menores caprichos, y sin embargo…».

Expresiones como ésta las oímos a menudo, proferidas por tantos padres que se vuelcan aparentemente sobre sus hijos —alimentos sanos, reconstituyentes, juegos, vestidos de marca, vacaciones junto al mar, diversiones, etc.—, pero se olvidan de la cosa más importante que precisan los críos: que los propios padres se amen y estén unidos.

El cariño mutuo de los padres es el que ha hecho que los hijos vengan al mundo. Y ese mismo afecto recíproco debe completar la tarea comenzada, ayudando al niño a alcanzar la plenitud y la felicidad a que se encuentra llamado. El complemento natural de la procreación, la educación, ha de estar movido por las mismas causas —el amor de los padres— que engendraron al hijo.

Desde hace ya bastantes siglos se ha dicho que, al salir del útero materno, donde el líquido amniótico lo protegía y alimentaba, el niño reclama imperiosamente otro «útero» y otro «líquido», sin los que no podría crecer y desarrollarse; a saber, los que originan el padre y la madre al quererse de veras.

Por eso, cada uno de los esposos debe engrandecer la imagen del otro ante los hijos y evitar cuanto pueda hacer disminuir el cariño de éstos hacia su cónyuge. Desde que los críos son muy pequeños, además de manifestar prudente pero claramente el afecto que los une, los padres han de prestar atención a no hacerse reproches mutuos delante de ellos, a no permitir uno lo que el otro prohíbe, a evitar de plano ciertas aberrantes recomendaciones al niño: «esto no se lo digas a papá (o a mamá)», etc.

3) Enseñar a querer. 

Como acabamos de ver, el principio radical de la educación es que los padres se quieran entre sí y, como fruto de ese amor, que quieran de veras a sus hijos; el fin de esa educación es que los hijos, a su vez, vayan aprendiendo a querer, a amar. 
Curiosamente y en compendio, educar es amar, y amar es enseñar a amar.

Según explica Rafael Tomás Caldera, «la verdadera grandeza del hombre, su perfección, por tanto, su misión o cometido, es el amor. Todo lo otro —capacidad profesional, prestigio, riqueza, vida más o menos larga, desarrollo intelectual— tiene que confluir en el amor o carece en definitiva de sentido»… e incluso, si no se encamina al amor, pudiera resultar perjudicial.

La entera tarea educativa de los padres ha de dirigirse, pues, en última instancia, a incrementar la capacidad de amar de cada hijo y a evitar cuanto lo torne más egoísta, más cerrado y pendiente de sí, menos capaz de descubrir, querer, perseguir y realizar el bien de los otros.

Sólo así contribuirán eficazmente a hacerlos felices, puesto que la dicha —como muestran desde los filósofos más clásicos hasta los más certeros psiquiatras contemporáneos— no es sino el efecto no buscado de engrandecer la propia persona, de mejorar progresivamente: y esto solo se consigue amando más y mejor, dilatando las fronteras del propio corazón.

— Siete recomendaciones más.

4) El mejor educador es el ejemplo.


Los niños tienden a imitar las actitudes de los adultos, en especial de los que quieren o admiran. Jamás pierden de vista a los padres, los observan de continuo, sobre todo en los primeros años. Ven también cuando no miran y escuchan incluso cuando están super-ocupados jugando. Poseen una especie de radar, que intercepta todos los actos y las palabras de su entorno.

Por eso los padres educan o deseducan, ante todo, con su ejemplo.

Además, el ejemplo posee un insustituible valor pedagógico, de confirmación y de ánimo: no hay mejor modo de enseñar a un niño a tirarse al agua que hacerlo con él o antes que él. Las palabras vuelan, pero el ejemplo permanece, ilumina las conductas… y arrastra.

En el extremo opuesto la incongruencia entre lo que se aconseja y lo que se vive es el mayor mal que un padre o una madre puede infligir a sus hijos: sobre todo a determinadas edades, cuando el sentido de la «justicia» se encuentra en los chicos rígidamente asentado, sobre-desarrollado… y dispuesto a enjuiciar con excesiva dureza a los demás. 

5) Animar y recompensar.

El niño es muy receptivo. Si se le repite con frecuencia que es un maleducado, un egoísta, que no sirve para nada, se creerá y será verdaderamente maleducado, egoísta, e incapaz de realizar tarea alguna…«aunque no fuera sino para no defraudar a sus padres». 

Es mejor que tenga un poco de excesiva confianza en sí mismo, que demasiado poca. Y si lo vemos recaer en algún defecto, resultará más eficaz una palabra de ánimo que echárselo en cara y humillarlo. Mostrar al hijo que confiamos en sus posibilidades es para él un gran incentivo; en efecto, el pequeño —como, con matices, cualquier ser humano— se encuentra impulsado a llevar a la práctica la opinión positiva o negativa que de él se tiene y a no defraudar nuestras expectativas al respecto.

Cuando hace una observación correcta, incluso opuesta a la que nosotros acabamos de comentar o sugerir, no hay que tener miedo a darle la razón. No se pierde autoridad; más bien al contrario, la ganamos, puesto que no la hacemos residir en nuestros puntos de vista, sino en la misma verdad objetiva de lo que se propone.

Al animar y elogiar es preferible estar más atentos al esfuerzo hecho que al resultado obtenido. En principio, no se debe recompensar al niño por haber cumplido un deber o por haber tenido éxito en algo, si el conseguirlo no le ha supuesto un empeño muy especial. Un regalo por unas buenas calificaciones es deformante. Las buenas calificaciones, junto con la demostración de nuestra alegría por ese resultado, deberían ser ya un premio que diera suficiente satisfacción al niño. 

Tampoco es bueno multiplicar desmesuradamente las gratificaciones. Por un lado, porque se le enseña a actuar no por lo que en sí mismo es bueno, sino por la recompensa que él recibe (o, lo que es idéntico, a pensar más en sí mismo que en los otros). Y además, porque cuando éstas vinieran a faltar, el pequeño se sentirá decepcionado: premiar reiteradamente lo que no lo merece equivale a transformar en un castigo todas las situaciones en que esa compensación esté ausente.

Conviene no olvidar una ley básica: educar a alguien no es hacer que siempre se encuentre contento y satisfecho, por tener cubiertos todos sus caprichos o deseos, sino ayudarle a sacar de sí (e-ducir), con el esfuerzo imprescindible por nuestra parte y la suya, toda esa maravilla que encierra en su interior y que lo encumbrará hasta la plenitud de su condición personal… haciéndolo, como consecuencia, muy dichoso.

6) Ejercer la autoridad, sin forzarla ni malograrla.

Por lo mismo, para educar no son suficientes el cariño, el buen ejemplo y los ánimos; es preciso también ejercer la autoridad, explicando siempre, en la medida de lo posible, las razones que nos llevan a aconsejar, imponer, reprobar o prohibir una conducta determinada. 

La educación al margen de la autoridad, en otro tiempo tan pregonada, se presenta hoy como una breve moda fracasada y obsoleta, contradicha por aquellos mismos que la han sufrido. El niño tiene necesidad de autoridad y la busca. Si no encuentra a su alrededor una señalización y una demarcación, se torna inseguro o nervioso.

Incluso cuando juegan entre ellos, los niños inventan siempre reglas que no deben ser transgredidas. Por lo demás, todos sabemos lo antipáticos, molestos y tiránicos que son los hijos de los otros, cuando están malcriados, habituados a llamar siempre la atención y a no obedecer cuando no tienen ganas.

Pero tratándose de los propios, es más difícil un juicio lúcido. No se sabe bien si imponerse o abajarse a pactar y dejar hacer, para no correr el riesgo de tener una escena en público…, o acabar la cuestión con una explosión de ira y una regañina (que después deja más incómodos a los padres que al niño).

Por detrás de esta inseguridad, hay siempre una extraña mezcla de miedos y prevenciones. El horror a perder el cariño del chiquillo, el temor a que corra algún riesgo su incolumidad física, el pavor a que nos haga quedar mal o nos provoque daños materiales. 

En definitiva, aunque no lo advirtamos ni deseemos, nos queremos más a nosotros mismos que al chico o la chica, anteponemos nuestro bien al suyo. De ahí que, si por encima de tantos temores prevaleciera el deseo sincero y eficaz de ayudar al crío a reconocer los propios impulsos egoístas, la codicia, la pereza, la envidia, la crueldad, etc., no existiría esa sensación de culpa cuando se lo corrigiera utilizando el propio ascendiente.

· Con base en lo expuesto hasta aquí, y aun cuando no esté de moda, es menester reiterar de modo claro y neto la imposibilidad de educar sin ejercer la autoridad (que no es autoritarismo) y exigir la obediencia desde el mismo momento en que los niños empiezan a entender lo que se les pide. Por eso, es importante que los padres, explicando siempre los motivos de sus decisiones, indiquen a los niños lo que deben hacer o evitar, no dejando por comodidad caer en el olvido sus órdenes, ni permitiendo que los niños se les opongan abiertamente.

Como consecuencia, un criterio básico en la educación del hogar es que deben existir muy pocas normas y muy fundamentales y nunca arbitrarias, lograr que siempre se cumplan… y dejar una enorme libertad en todo lo opinable, aun cuando las preferencias de los hijos no coincidan con las nuestras: ¡ellos gozan de todo el «derecho» a llegar a ser aquello a lo que están llamados… y nosotros no tenemos ninguno a convertirlos en una réplica de nuestro propio yo!

A veces, sin embargo, se prohíbe algo sin saber bien por qué, qué es lo que encierra de malo, sólo por impulso, por las ganas de estar tranquilos o porque uno se siente nervioso y todo le molesta. Se compromete así la propia autoridad sin que sea necesario, abusando de ella… y se desconcierta a los muchachos, que no saben por qué hoy está vedado lo que ayer se veía con buenos ojos.

Cualquier niño sano tiene necesidad de movimiento, de juego inventivo y de libertad. Interviniendo de manera continua e irrazonable se acaba por hacer de la autoridad algo insufrible. Como aquella madre de la que se cuenta que decía a la niñera: «Ve al cuarto de los niños a ver que están haciendo… y prohíbeselo». 

Por otro lado, la convicción del niño de que nunca hará desistir a los padres de las órdenes impartidas posee una extraordinaria eficacia, y ayuda enormemente a calmar las rabietas o a que no lleguen a producirse. 

(Lo más opuesto a esto, como ya he insinuado, es repetir veinte veces la misma orden —lávate los dientes, dúchate, vete ya a dormir…— sin exigir que se cumpla de inmediato: provoca un enorme desgaste psíquico, tal vez sobre todo a las madres, que suelen pasar mayor parte del día bregando con los críos, al tiempo que disminuye o elimina la propia autoridad).

· Vale asimismo la pena estar atentos al modo como se da una indicación. Quien ordena secamente o alzando sin motivo el volumen de la voz deja siempre traslucir nerviosismo y poca seguridad. Un tono amenazador suscita con razón reacciones negativas y oposiciones. Demos las órdenes o, mejor, pidamos por favor, con actitud serena y confiando claramente en que vamos a ser obedecidos. 

Reservemos los mandatos estrictos para las cosas muy importantes. Para las demás peticiones resultará preferible utilizar una forma más blanda: «¿serías tan amable de…?», «¿podrías, por favor…?», «¿hay alguno que sepa hacer esto?». De este modo, se estimulará a los críos para que realicen elecciones libres y responsables, y se les dará la ocasión de actuar con autonomía e inventiva, de sentirse útiles… y experimentar la satisfacción de tener contentos a sus padres.

A veces es necesario pedir al hijo un esfuerzo mayor del acostumbrado; convendrá entonces crear un clima favorable. Si, por ejemplo, sabéis que vuestro cónyuge está particularmente cansado o lo atenaza una jaqueca insufrible, hablaréis a solas con el niño y le diréis: «Mamá (o papá) tiene un fuerte dolor de cabeza; por eso, esta tarde te pido un empeño especial para hacer el menos ruido posible…».

Quizá sea oportuno darle una ocupación, y dirigirle una mirada cariñosa o una caricia, de vez en cuando, para recompensar sus desvelos… sin olvidar que en este, como en los restantes casos, hay que arreglárselas para que el niño cumpla su obligación.

Firmeza, por tanto, para exigir la conducta adecuada, pero dulzura extrema en el modo de sugerirla o reclamarla.

7) Saber regañar y castigar.

Los ánimos y las recompensas no son normalmente suficientes para una sana educación. Un reproche o una punición, dados de la manera oportuna, proporcionada y sin arrepentimientos injustificados, contribuirá a formar el criterio moral del muchacho.

Sensata e inteligente debe ser la dosificación de las reprimendas y de los castigos. La política del «dejar hacer» es típica de los padres o débiles o cómplices.

También en la educación, la «manga ancha» viene dictada a menudo por el temor de no ser obedecido o por la comodidad («haz lo que quieras, con tal de dejarme en paz»)… que no son sino otros tantos modos de amor propio: de preferir el propio bien (no esforzarse, no sufrir al demandar la conducta correcta) al de los hijos.

Pero resultaría pedante, o incluso neurótico, un continuo y sofocante control de los chicos, regañados y castigados por la más mínima desviación de unos cánones despóticos establecidos por los padres.

Para que una reprensión sea educativa ha de resultar clara, sucinta y no humillante. Hay por tanto que aprender a regañar de manera correcta, explícita, breve, y después cambiar el tema de la conversación. En efecto, no se debe exigir que el hijo reconozca de inmediato el propio mal y pronuncie un mea culpa, sobre todo si están presentes otras personas (¿lo hacemos nosotros, los adultos?).

Convendrá también elegir el lugar y el momento pertinente para reprenderle; a veces será necesario esperar a que haya pasado el propio enfado, para poder hablar con la debida serenidad y con mayor eficacia.

Por otro lado, antes de decidirse a dar un castigo, conviene estar bien seguros de que el niño era consciente de la prohibición o del mandato. 

Naturalmente, hay que evitar no solo que la sanción sea el desahogo de la propia rabia o malhumor, sino también que tenga esa apariencia. Tratándose de fracasos escolares, conviene saber juzgar si se deben a irresponsabilidad o a limitaciones difícilmente superables del chico o de la chica.

Cuando se reprenda es menester además huir de las comparaciones: «Mira cómo obedece y estudia tu hermana…». Las confrontaciones sólo engendran celos y antipatías.

Tener que castigar puede y debe disgustarnos, pero a veces es el mejor testimonio de amor que cabe ofrecer a un hijo: el amor «todo lo sufre», cabría recordar con san Pablo,… incluso el dolor de los seres queridos, siempre que tal sufrimiento sea necesario. 

Ningún temor, por tanto, a que una corrección justa y bien dada disminuya el amor del hijo respecto a vosotros. A veces se oye responder al muchacho castigado: «¡No me importa en absoluto!». Podéis entonces decirle, con toda la serenidad de que seáis capaces: «No es mi propósito molestarte ni hacerte padecer».

8) Formar la conciencia.

En nuestra sociedad, los niños resultan bombardeados por un conjunto de eslóganes y de frases que transmiten «ideales» no siempre acordes con una visión adecuada del ser humano, e incapaces por tanto de hacerlos dichosos. 

La solución no es un régimen policial, compuesto de controles y de castigos. Es menester que los hijos interioricen y hagan propios los criterios correctos, que formen su conciencia, aprendiendo a distinguir claramente lo bueno de lo malo.


Y para ello no basta con decirles: «¡Esto no está bien!» o, menos todavía, «¡Esto no me gusta!». 

Se corre el riesgo de transformar la moral en un conjunto de prohibiciones arbitrarias, carentes de fundamento. Por el contrario, es muy importante «educar en positivo», como se suele afirmar; lo cual equivale, en mi opinión, a mostrar la belleza y la humanidad de la virtud alegre y serena, desenvuelta y sin inhibiciones. Para lograrlo, hay que esforzarse por vivir la propia vida, con todas sus contrariedades, como una gozosa aventura que vale la pena componer cada día.

En tales circunstancias, al descubrir la hermosura y la maravilla de hacer el bien, el niño se sentirá atraído y estimulado para obrar correctamente.

Además, interesa hacer comprender lo decisiva que es la intención para determinar la moralidad de un acto, y ayudar a los hijos a preguntarse el porqué de un determinado comportamiento. A tenor de sus respuestas, se les hará ver la posible injusticia, envidia, soberbia, etc., que los ha motivado. El denominado complejo de culpa, es decir, la obscura y angustiosa sensación de haberse equivocado, acompañada de miedo o de vergüenza, nace justo de la falta de un valiente y sereno examen de la calidad moral de nuestros actos. Por el contrario, como muestran también los psiquiatras más avezados, es necesario y sano el sentido del pecado. La clara percepción de las propias concesiones y faltas, con las que hemos vuelto las espaldas a Dios, provoca un remordimiento que activa y multiplica las fuerzas para buscar de nuevo el amor que perdona.

Para formar la conciencia puede también ser útil comentar con el niño la bondad o maldad de las situaciones y hechos de los que tenemos noticia, así como sugerirle la práctica del examen de conciencia personal al término del día, acaso ayudándole en los primeros pasos a hacerse las preguntas adecuadas. A medida que crece, hay que dejarle tomar con mayor libertad y responsabilidad sus propias decisiones, diciéndole como mucho: «Yo, de ti, lo haría de este o aquel modo» y, en su caso, explicándole brevemente el porqué.

9) No malcriar a los niños.

Se malcría a un niño con desproporcionadas o muy frecuentes alabanzas, con indulgencia y condescendencia respecto a sus antojos. Se lo maleduca también convirtiéndolo a menudo en el centro del interés de todos, y dejando que sea él quien determine las decisiones familiares. Un pequeño rodeado de excesiva atención y de concesiones inoportunas, una vez fuera del ámbito de la familia se convertirá, si posee un temperamento débil, en una persona tímida e incapaz de desenvolverse por sí misma. Si, por el contrario, tiene un fuerte temperamento, se transformará en un egoísta, capaz de servirse de los otros o de llevárselos por delante.

Por eso, frente a los caprichos de los niños no se debe ceder: habrá simplemente que esperar a que pase la pataleta, sin nerviosismos, manteniendo una actitud serena, casi de desatención, y, al mismo tiempo, firme. Y esto, incluso —o sobre todo— cuando «nos pongan en evidencia» delante de otras personas: su bien (¡el de los hijos!) debe ir siempre por delante del nuestro.

10) Educar la libertad.

En este ámbito, la tarea del educador es doble: hacer que el educando tome conciencia del valor de la propia libertad, y enseñarle a ejercerla correctamente.

Pero no resulta fácil entender a fondo lo que es la libertad y su estrecha relación con el bien y con el amor. ¿Quién es auténticamente libre?: el que, una vez conocido, hace el bien porque quiere hacerlo, por amor a lo bueno. Al contrario, va «perdiendo» su libertad quien obra de manera incorrecta. Un hombre puede quitarse la vida porque es «libre», pero nadie diría que el suicidio lo mejora en cuanto persona o incrementa su libertad.

Educar en la libertad significa por tanto ayudar a distinguir lo que es bueno (para los demás y, como consecuencia, para la propia felicidad), y animar a realizar las elecciones consiguientes, siempre por amor.

Conceder con prudencia una creciente libertad a los hijos contribuye a tornarlos responsables. Una larga experiencia de educador permitía afirmar a San Josemaría Escrivá: «Es preferible que [los padres] se dejen engañar alguna vez: la confianza, que se pone en los hijos, hace que ellos mismos se avergüencen de haber abusado, y se corrijan; en cambio, si no tienen libertad, si ven que no se confía en ellos, se sentirán movidos a engañar siempre».

En definitiva, igual que antes afirmaba que el objetivo de toda educación es enseñar a amar, puede también decirse —pues en el fondo es lo mismo— que equivale a ir haciendo progresivamente más libre e independiente a quienes tenemos a nuestro cargo: que sepan valerse por sí mismos, ser dueños de sus decisiones, con plena libertad y total responsabilidad.

— …Y la clave de las claves.

11) Recurrir a la ayuda de Dios.


El conjunto de sugerencias ofrecidas hasta el momento estarían incompletas si no dejáramos constancia de este «último» y fundamentalísimo precepto, que debe acompañar a todos y cada uno de los precedentes.

Educar procede de e-ducere, ex-traer, hacer surgir. El agente principal e insustituible es siempre el propio niño. De una manera todavía más profunda, Dios, en el ámbito natural o por medio de su gracia, interviene en lo más íntimo de la persona de nuestros hijos, haciendo posible su perfeccionamiento. 

Ningún hijo es «propiedad» de los padres; se pertenece a sí mismo y, en última instancia, a Dios. Por tanto, y como apuntaba, no tenemos ningún derecho a hacerlos a «nuestra imagen y semejanza». Nuestra tarea consiste en «desaparecer» en beneficio del ser querido, poniéndonos plenamente a su servicio para que puedan alcanzar la plenitud que a cada uno le corresponde: ¡la suya!, única e irrepetible.

Por consiguiente, el padre o la madre, los demás parientes, los maestros y profesores… pueden considerarse colaboradores de Dios en el crecimiento humano y espiritual del chico; pero es este el auténtico protagonista de tal mejora.

A los padres en concreto, en virtud del sacramento del matrimonio, se les ofrece una gracia particular para asumir tan importante tarea. Por todo ello es muy conveniente que, sobre todo pero no sólo en momentos de especial dificultad, invoquen la ayuda y el consejo de Dios… y que sepan abandonarse en Él cuando parece que sus esfuerzos no dan los resultados deseados o que el chico —en la adolescencia, pongo por caso— enrumba caminos que nos hacen sufrir. 

Además, no debe olvidarse del gran servicio gratuito del Ángel Custodio, a quien el propio Dios ha querido encargar el cuidado de nuestros hijos. Y recordar también que la Virgen continúa desde el cielo desplegando su acción materna, de guía y de intercesión. 

Enseñarles a tener todo esto en cuenta puede constituir la herencia más valiosa que, en el conjunto íntegro de la educación, leguen los padres a sus hijos.


tomado de :catholic